domingo, 23 de octubre de 2011

Al mediodía, después de votar un buen vino y acá esta


El día que un vino blanco debutó con un Oscar


Recorriendo La Rioja en busca de los torrontés más emblemáticos de ese terruño, en pleno Chilecito, alguien lanzó al aire el nombre obligado para hablar de la evolución del cepaje autóctono argentino que hoy es halagado en el exterior, luego de nuestro malbec.

Caminando el centro de la misma localidad el nombre volvía a repetirse, como si se tratara del riojano más famoso; claro exceptuando a ése que muchos se imaginan en este momento y también a Ramón Díaz.

“¿Cómo, no entrevistaron al ‘Nene’, el que sacó un Oscar con el mejor torrontés que se ha probado por estos pagos?”, cuestionaba un experto chocolatero en su local, donde ofrecía alfajores y bombones rellenos con una pasta a base de torrontés (¿y de qué iba a ser sino un producto regional ahí?).

Finalmente, mientras recorríamos una bodega con la onda boutique, Javier Collovati a cargo de la elaboración de tintos y blancos nos hablaba de Guillermo “el nene” Neira, quien verdaderamente había obtenido un Oscar por su vino, un torrontés riojano bajo el paraguas de la marca Nacarí, de la cooperativa del mismo nombre.

Así descubrimos a este personaje de la vitivinicultura, que por esas cosas del destino o vaya a saber bien por qué, hoy por hoy no está entre los más mediáticos o algo más preocupante: ¡casi no aparece en Google!

Guillermo nos recibe en su casa, nos cuenta su historia y nos muestra las fotos de aquel momento y una carpeta en la que rescata los recortes de la prensa de entonces, donde la noticia repercutió en diarios a nivel nacional.

Hablamos de 1987, cuando Neira viajó a la feria Vinexpo, en Burdeos, Francia, con sus muestras de torrontés. Hay que remarcar que nos remontamos 24 años atrás, cuando la industria vitivinícola nacional distaba mucho de ser lo que es hoy.

“Era un momento complicado para la vitivinicultura argentina”, recuerda el enólogo Walter Bressia, uno de los grandes de la industria en Mendoza, quien tiene muy presente aquel viaje a Francia, ya que fue el primero de su carrera a ese nivel.

Eran años en los que empezaba a caer el consumo interno, que había llegado a un pico de casi 80 litros por persona al año. Los volúmenes de vinos se acumulaban, con muchos excedentes y un producto que prácticamente no se exportaba.

En ese contexto empezaban a aparecer algunos enólogos que querían mostrar lo suyo y aprender de un país en el que la industria estaba fortalecida y con grandes ejemplares. El propio Neira recuerda que en aquel viaje al que llevó sus botellas, se encontró con Bressia y con Jorge Riccitelli, hoy enólogo de Norton.

Neira cuenta que lo que llevó no era un torrontés común, sino que lo había pensado y producido con uvas seleccionadas de cada terruño, con lo mejor. Algo que hoy puede parecer obvio, pero que era inusual para una época de vinos “de mesa”.

Aquel torrontés que fue catado por un jurado internacional, no sólo obtuvo un premio, sino que recibió lo que se conoce como Oscar, (algo así como un Trophy en la actualidad) al “mejor vino blanco del mundo”. Aunque muchos no lo imaginaban, se trataba del primer gran premio para un vino argentino (¡encima blanco, y además torrontés!).

Mucho debería recorrer la industria para llegar hasta el gran momento que se vive hoy. Pero sin dudas aquel torrontés de Neira fue un hito para la historia de nuestros blancos. Pero lejos de explotar comercialmente este éxito, la cooperativa cerraría sus puertas años después y la marca “Nacarí” sería absorbida, pero terminaría sus días como un de mesa.